"Los obstáculos que se presentan en el camino deberían servir para afirmar nuestra fe".
Versículo: Mateo 15:21-28
21 Saliendo Jesús de
allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón.
22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella
región clamaba, diciéndole:
Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi
hija es gravemente atormentada por un demonio.
23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose
sus discípulos, le rogaron, diciendo:
Despídela pues da voces tras nosotros.
24 El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas
perdidas de la casa de Israel.
25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: !Señor, socórreme!
26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los
hijos, y echarlo a los perrillos.
27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de
las migajas que caen de la mesa de sus amos.
28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es
tu fe; hágase contigo como quieres.
Y su hija fue sanada desde aquella hora.
No podemos encubrir lo difícil que resulta entender la respuesta de Cristo al pedido de la mujer.
A primera vista hasta acusa cierto aire de descortesía.
Podemos echar mano de la imagen de Jesús revelada en las escrituras para saber que aun cuando sus palabras parezcan chocantes no son la manifestación de un corazón pervertido e insensible. Más bien descansamos en la realidad de que nunca alcanzaremos entender en toda su profundidad a la persona de Cristo.
Nos basta con saber que camina y ministra en sujeción absoluta al Padre; cada una de las palabras que pronuncia no son de él, sino del Padre que lo envió (Jn 14:28).
La frase: "No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos"
representa la típica respuesta que una mujer gentil podía esperar de un judío,
pues ellos se referían despectivamente a los paganos como "perros".
Si leemos literalmente las palabras de Cristo posiblemente veremos en su respuesta un insulto.
Nos faltan otros detalles, como el tono de voz y la mirada, para lograr un acercamiento al objetivo de Jesús.
Cuando consideramos otros encuentros similares en los evangelios presumimos que es muy probable que el Señor buscara probar la fe de esta mujer para sacar a luz cuán intenso era su deseo de garantizar la intervención de Dios en la vida de su hija.
De todas maneras, Cristo le indica a esta mujer que él tiene otras prioridades que convierten en inoportuna su petición.
Cuando consideramos otros encuentros similares en los evangelios presumimos que es muy probable que el Señor buscara probar la fe de esta mujer para sacar a luz cuán intenso era su deseo de garantizar la intervención de Dios en la vida de su hija.
De todas maneras, Cristo le indica a esta mujer que él tiene otras prioridades que convierten en inoportuna su petición.
Lo que Jesús ha recibido está reservado para el pueblo judío.
En lugar de reaccionar ofendida, la mujer demostró verdadera comprensión de las extraordinarias riquezas disponibles en el reino.
La persistencia de ella, sin embargo, impactó al Hijo de Dios, pues la mujer inmediatamente respondió:
"Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos." (v. 27).
Bien podría haberse mostrado ofendida o haber entrado en una discusión acerca de la injusticia de un ministerio que beneficiaba solamente a los judíos.
La desesperación de ella, sin embargo,
la ubicó en el punto en el que no existía humillación suficientemente grande que pudiera llevarla a desistir de su cometido.
Creía que con apenas unas "migajas" de lo que estaba reservado para los israelitas le alcanzaba y sobraba.
Su profunda comprensión y entrega impresionó a Cristo, y por eso exclamó:
"Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres".
la ubicó en el punto en el que no existía humillación suficientemente grande que pudiera llevarla a desistir de su cometido.
Creía que con apenas unas "migajas" de lo que estaba reservado para los israelitas le alcanzaba y sobraba.
Su profunda comprensión y entrega impresionó a Cristo, y por eso exclamó:
"Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres".
Y su hija quedó sana desde aquel momento (v. 28).
La fe de la mujer no estaba errada.
Jesús no se movió, ni la tocó, ni fue a visitar a la hija atormentada.
Apenas pronunció una palabra a favor de la mujer y la hija de esta fue liberada.
Así se concretó la palabra de la mujer, pues, el Hijo de Dios no tuvo mayor desafío que dispensar apenas una "migaja" de todo lo que tenía para darle.
La mujer cananea nos inspira, una vez más, a no darnos por vencidos.
Los obstáculos que se presentan en el camino sirven para afirmar nuestra resolución de no retirarnos de Su presencia con las manos vacías.
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